lunes, 20 de septiembre de 2010

Dar razón de nuestra esperanza

“Los jóvenes se encuentran en un proceso de búsqueda. Para ellos, la vida es aún futuro; desean encontrar el camino al futuro, desean encontrar la vida. En ésta búsqueda del camino a la vida surge infaliblemente la cuestión de Dios, hoy en día más que en la generación anterior, a la que parecía que esa cuestión distraería de dedicarse a cambiar el mundo, algo que, por supuesto, tendríamos que hacer con nuestras propias manos. Que el mundo tiene que mejorar con respecto del que encontramos actualmente, es también la convicción de los jóvenes, y no solo de ellos. Pero ¿Cómo es posible hacerlo? De una cosa nos hemos dado cuenta ya: no es suficiente con el mero cambio, pues este también puede llevar a un empeoramiento.


Necesitamos criterios. Pero ¿Dónde los encontramos? También la cuestión de Dios se torna cada vez más apremiante. Es una cuestión sumamente personal, pues en todo hombre hay un deseo ardiente de algo realmente grande, de lo infinito. Sin embargo, se convierte también en una cuestión pública cuando deseamos encontrar criterios comunes para la vida correcta, para la configuración correcta del mundo.

¿Dónde está Dios? ¿Le importamos? ¿Podemos entrar en contacto con Él? ¿Podemos saber lo que quiere? ¿Puede convertirse en un parámetro de vida para nosotros? Al plantear estas preguntas, la mirada se dirige naturalmente a las religiones, que (de modos muy distintos) desean ser caminos hacia Dios, caminos para una vida correcta. ¿Es el cristianismo una respuesta? ¿Se puede creer aún hoy lo que nos dice de Dios y de nosotros, vivir de acuerdo con ello? ¿O quizá se trata de algo pasado?

Actualmente hay movimientos de jóvenes que, con entusiasmo y fuerza, reconocen la fe cristiana como un camino que da respuesta a las preguntas más íntimas; como un camino en el que encuentran a compañeros que lo recorren con ellos, en el que encuentran una comunidad que abre las fronteras más allá de las culturas y de las generaciones. Muchos más jóvenes se consideran interpelados por grandes momentos (Como las Jornadas mundiales de la juventud); pero para que la promesa de un momento emocionante tenga duración, han de continuar con las preguntas y las respuestas, del mismo modo que en las comunidades buscar y encontrar van siempre de la mano. El buscar nunca llega a su fin al encontrar; pero tampoco debe convertirse en un movimiento circular, autosufuciente y que termina en la nada.

La fe ha de anunciarse hoy en día en esta interrelación entre buscar y encontrar, en el diálogo con las personas que preguntan. Desde un principio, el diálogo forma parte de los modos cristianos de predicación. “Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón (“razón”=Logos) de la esperanza que ustedes tienen” (1 P 3, 15). La esencia del cristianismo es ESPERANZA; puede calificarse en toda su integridad sencillamente de “esperanza”. Regala futuro. Pero esta esperanza es racional, tiene una razón que puede comunicarse a los demás. El cristianismo es respuesta y, como tal, hace posible que también otros esperen y crean, convirtiéndose en co-creyentes y co-esperanzadores.” (Benedicto XVI)